Iaacov el patriarca de Israel, tercero en el orden cronológico, está sin embargo a la vanguardia de su época. Lo conocimos hace poco tiempo atrás como aquel de los hermanos que era “ish tam, ioshev ohalím”, un ser íntegro que habitaba en las tiendas. La rectitud era su pauta de vida, el hogar, el espacio natural donde las pautas se desarrollaban y crecían. Iaacov debe, pese a ello, confrontar con los antagonismos; conocerá el exilio de ‘la tienda’ y se someterá a engaños y sutilezas nunca imaginados. Máxime cuando ellos habrían de provenir de los propios. Sus parientes y protectores en ese exilio.

¿Pueden los perfiles del hombre inicial que habitaba en Iaacov sobrevivir? ¿Cómo superar los embates de la perfidia e intentar el regreso a lo propio, a su ser primero y singular? Perashat Vaishlaj nos pone ante el dilema y nos propone seguir a Iaacov en su llegada a la tierra que lo vio partir hace un poco más de veinte años. Deberá confrontar con su hermano gemelo Esav por cierto, aunque los habitantes de aquel país -tierra de peregrinaciones de su abuelo Abraham y de su padre Itsjak- seguirán representando la antítesis del proyecto patriarcal, aquel que definió la elección de Abraham su abuelo por parte del Creador: “ki iedativ…”-‘pues Yo le he conocido, por cuanto habrá de ordenar a sus hijos y a su casa en pos de él para guardar el camino de D’s, haciendo Tsedaká y Mishpat…’ (la justicia social y la justicia del derecho). El camino de los padres de Israel transita por la huella de la rectitud y la moral. Etica al servicio de un universo que no sabe de conductas ni de Conductor…

Una vez que Iaacov entra a la tierra, nos relata nuestra Torá que: “Va-iabó Iaacov shalem…va-ijan et penéi ha-ir”. Quiere decirnos el versículo que nuestro Patriarca Iaacov vino en condiciones de integridad, ‘completo’, y acampó frente a la ciudad.

Si bien el encuentro con Esav había sido tensionante y estremecedor, Iaacov parece no haber sufrido en ese episodio. Así al menos lo señalan nuestros sabios en el Talmud (Tratado de Shabat 33b): “Y dijo Rab: ‘shalem’, completo en su cuerpo, entero en sus posesiones materiales e íntegro con su Torá”. Nada parece haber sufrido daño en su confrontación fraterna.

Por lo tanto Iaacov vuelve a sus pertenencias, recuperando no sólo su geografía física sino perpetuando todos los contornos espirituales.

Iaacov puede entonces mostrar su figura humana. Su identidad fuerte y afirmada de ser hijo de Itsjak y fiel continuador de Abraham, su ilustre abuelo. Iaacov pasará a ser referente de la población lugareña, algo que su hermano, tras habitar por más de veinte años en el lugar disponiendo del mismo a su gusto, ninguna impronta se preocupó por dejar. Nadie habría de extrañar a Esav cuando se marche hacia Seír, en la tierra de Edom. Nadie…

Nuestro sorprendente Talmud Bablí, sigue su recorrido interpretaivo del versículo arriba mencionado, y se refiere ahora no a las condiciones de Iaacov sino a este ‘acampar frente a la ciudad’. Llamativa descripción y más llamativa interpretación: “Dijo Rav: Matvéa tiken lahem” – es decir, que según Rav, Iaacov acuñó una moneda para esos habitantes; mientras que su colega, Shemueldijo: “shevakím tiken lahem”, es decir, que Iaacov estableció mercados en el lugar; por último, Rabi Iojanán sostenía que:“merjatsaot tiken lahem”, o sea, Iaacov estableció en la población baños públicos.

Iaacov es un urbanista en esta etapa de su llegada. Aquel que nos parecía sólo ‘un hombre de su casa’, es un estadista preocupado por la dignidad del lugar y las condiciones de habitabilidad de una tierra que sería a la postre de sus propios hijos.

Se pregunta Rab Moshé Tsví Neria ZTS”L en su libro ‘Ner laMaor’: ¿Qué tipos de tikuním -arreglos- hizo Iaacov? Y se responde:

Acuñó una moneda- estableció que el dinero fuese ‘casher’.

Estableció Mercados- que hubiese ‘cashrut’ en las operaciones comerciales.

Instaló Baños- para que la higiene corporal reflejase la Imagen de D’s en los hombres.

Pero todo ello, Iaacov lo estableció para las personas. Para que la convivencia y los derechos humanos ganasen la partida en esa tierra. La suya. La de su padre. Cada intervención era para el bien del otro. Iaacov trasciende su tienda e intenta, ‘donde no hay hombres, serlo él’ al decir del Pirké Avot.

La fuerza para estos Tikuním emanaba de la Integridad de la Torá: “shalem beTorató”. No sólo logró hacer perdurar su Torá en el exilio sino que la misma alcanzó al completitud. La perfección del estudio y de la acción. Todos ellos significaron un model para las generaciones futuras, tal como lo atestigua el Talmud Bablí en Masejet Shabat, y lo ilustra el Talmud Ierushalmí (Tratado de Sheviít, 9:1): “Rabi Shimon Bar Iojai dijo: debemos nosotros hacer una takaná tal como lo hicieron nuestros antepasados – ‘y acampó frente a la ciudad’”.

Iaacov el hombre íntegro, es también el hombre de la verdad. Una verdad que para ser humana, debe lograrse por medios aptos -‘casher’-, en la vida comercial, en la moneda de cambio y en la sutil y elevada concepción de un cuerpo sano y limpio. Sólo así, el alma podrá sobrevivir y construir un camino ético. Camino de hombres éticos emplazados en el futuro del hogar, la tienda, donde habrán de crecer y vivir. Iaacov Abinu, el primer urbanista ético. Salió de su tienda para construir un mundo. Un mundo posible, cuando tiene quien ‘lo arregle’.Cuando tiene ‘tikuním’. Emplazamientos urbanos que enderezan la existencia de los vivientes por doquier…