¿Cómo poder llegar al otro? ¿Cómo lograr que su sensibilidad sea tal y que su expresión llegue a reflejar el más profundo de los sentimientos?
Hoy en un mundo donde todo parece estar alcanzado; donde encontrar la palabra justa y el instante preciso se torna casi un imposible; hoy cuando se hace difícil tener tiempo -tan sólo eso- para poder ver a los ojos del otro y escucharle, con algo de paciencia y con mucho de entendimiento; hoy cuando las distancias se recorren en minutos pero alcanzar el corazón de mi próximo se torna en un viaje inacabable…
Decía con su habitual genialidad, Shelomó ha-Melej: “Máim amukím, etsá be-leb ish; ve-ish tebuná idelena…” (Mishlé (20:5). ‘Como las aguas profundas es el consejo en el corazón de un hombre’. Tantas y tantas cosas transcurren por dentro nuestro; tantos vericuetos y pensamientos íntimos que nunca afloran…Tantas cosas no dichas, pero mil y una vez pensadas. ‘Aguas profundas’ las llama el rey. Y ¡vaya si lo comprendemos! Tanto como cuando su padre, David, clamaba desde sus Tehilím: “Higuíu máim ad nafesh…”, que esas aguas habían llegado a inundar nuestra capacidad vital…
‘Mas el varón de entendimiento lo sacará…’, o sea, que la conclusión del Mishlé es que solo un hombre sabio -“ish tebuná”- logrará, con éxito, hacer emerger el sentir de su prójimo, desde las profundidades del corazón de aquel. Así como el ejemplo de un pozo de aguas revivificantes, que se hallaban muy profundas, y no había criatura que pudiera servirse de aquellas aguas tan frescas y agradables. Hasta que uno de ellos comenzó a anudar sogas con sogas, hilos junto a otros hilos, y mechas con mechas, hasta que pudo extraer las aguas y beberlas. Tarea compleja esta de atar cabos parece. Pero imprescindible a la hora de intentar un acercamiento…
Así es como ‘Se acercó Iehudá’, al principio mismo de nuestra perashá. Se acercó con palabras…Que lo llevaron a detenerse sobre el corazón de su oponente, por entonces un desconocido para él Iosef. “Amad al libo” sostiene el Midrash. ¿Qué quiere decirnos elMidrash con esto de ‘Pararse frente a su corazón’?
Que Iehudá tuvo la sabiduría necesaria para descifrar lo que ocultaba el corazón de Iosef. Pudo abrevar Iehudá de aquellas ‘aguas profundas’ como lo son los consejos, los pensamientos íntimos y recónditos -nunca dichos- del otro hombre.
Que con este monólogo ejemplar de Iehudá frente al virrey de Egipto hasta entonces, pudo llegar al corazón -‘tocar el corazón’ como decimos – de Iosef, cosa que lo llevó a revelar aquello que anidaba en su intimidad, y que dio como resultado su confesión frente a sus hermanos: “Aní Iosef…” -‘Yo soy Iosef’ – les dijo, “¿Ha-od abí jái?”, – ‘¿Aún vive mi padre?’
Dos aspectos, dos momentos, toda una historia desplegada en este encuentro. Iehudá e Iosef frente a frente. Como hermanos. Que pueden llegar -uno al otro-, con palabras que conmueven. Que mueven. Que permiten descubrir la verdad. Sólo así Iehudáserá “Rosh” – un líder creíble, primero, cabeza -. Sólo sabiendo como hablar y qué hablar. Despertando el amor fraternal aún para quien la hermandad es una vieja historia…Ese debería ser el sello de Iehudá en nosotros, los Iehudím, sus descendientes, sus herederos: “she-nihié le-rosh” decíamos en Rosh HaShaná…¿Primeros para qué nos preguntábamos? ¿Estar a la cabeza de qué?
Ser primeros, es verdad, pero en poseer los argumentos suficientes como para no caer en la soberbia del que está siempre adelante y ha perdido su capacidad de hablar con el corazón, y poder llegar al corazón del otro…Porque si no es así, ¿de qué sirve el estar adelante, a la ‘cabeza’ de las grandes cosas, cuando hemos perdido la sensibilidad por las más pequeñas, es decir, por aquellas que regulan mi vida frente a mi prójimo?
Ese es Iehudá. Iehudá quiere recuperar a Iosef. Lo logra con palabras y con hechos.
Recuperar a un hermano, es poder saber que pasa por dentro de él. Recorrer sus ‘aguas profundas’. Bucear en esas aguas y poder llevarlas a la superficie, donde las cosas parecen ser más claras. O al menos visibles.
Iehudános muestra el camino. Cómo salir de un mundo -como el nuestro hoy- que nos somete a silencios imperdonables entre hermanos…
Aquello que formó parte de los capítulos iniciales entre Iosef y sus hermanos, ya no es más. ‘Y no podían hablar con él, en paz…’.Los adictos -los que no tenían palabras para sí- se recuperan. Sólo con ayuda de “ish tebuná” decía Shelomó. No sólo se requieren de palabras. Se necesita aparte, ‘un ser humano con conocimientos…’. No lo dude. La incomunicación tiene remedio.Iehudá lo comprueba.